Nuestra visita a Daniela fue el detonante de nuestro cambio. La cueva donde vivía nos impresionó desde el primer momento, fue un amor a primera vista. Cuando ya nos íbamos, Lurdes le dijo a Daniela: ”Si algún día te la vendes, nos avisas.” “Está en venta”, dijo ella. Por aquel entonces su marido Andrés Malby había fallecido y ella llevaba más de siete años viviendo sola en plena naturaleza en una cueva de mil quinientos metros cuadrados. “Artur, la cueva está en venta”, me dijo Lurdes al salir. “Pues que tengas mucha suerte, Daniela”, le contesté sin pensar que aquella iba a ser nuestro futuro hogar.
Fue en el viaje de retorno a nuestra casa cuando vimos claro que este lugar era idóneo para iniciar un nuevo proyecto y llevar a cabo el cambio que necesitábamos.
Cabe mencionar, que por aquel entonces, hacía trece años que yo le había dicho a Andrés Malby, que necesitaba un cambio en mi vida. Él me había advertido que no me durmiera en los laureles: “Cuidado que el tiempo pasa muy deprisa”. Quién me iba a decir que iba a ser precisamente en la cueva que él diseño junto a Danielle donde se iba a hacer realidad el cambio.